Emilio López es arquitecto por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y tiene una Maestría en Historia y Teoría de la Arquitectura de la Universidad Politécnica de Cataluña. Ha participado en varios proyectos de diseño que tienen un interesante vínculo con el territorio como Casa Muta o Casa Don Juan, y recientemente ha sido destacado por esto en Pamplona durante la Bienal de Arquitectura Latinoamericana 2023.
Afirma que aún vive en Ecuador, un territorio con una de las más grandes biodiversidades del mundo. Él menciona que la geografía, las plantas, los climas y las culturas del país son grandes estímulos y sostiene que con la arquitectura aparece la posibilidad de inmersión y mixtura con el medio, permitiéndole dejarse transformar por lo otro. Dice que la fuerza de la arquitectura radica en ser producto de la afectación inmersiva que conlleva repensar su relación con los recursos y con el mundo en el que vive.
En la siguiente entrevista, conoce aún más de las inspiraciones y los procesos de trabajo de Emilio López Arquitecto.
¿Qué te inspiró a seguir el camino de la arquitectura? ¿para qué haces arquitectura?
La cercanía con construcciones en las que trabajaba mi padre que es arquitecto me permitió ver desde niño el trabajo en obra de gente, materiales, herramientas y máquinas. Esta complejidad siempre me atrajo, y fue esa misma fascinación por la construcción, la que me llevó de manera muy visceral a decidirme por la arquitectura.
Mi trabajo se ha centrado sobre todo en proyectar y construir proyectos de vivienda unifamiliares y colectivos. Tema que indago también en la academia desde hace algunos años.
La reflexión sobre la situación de la vivienda actual es muy importante, sobre todo porque la humanidad y el planeta están viviendo cambios drásticos. La reciente pandemia nos demostró que la contingencia en la que vivimos es muy alta, y la experiencia del habitar es muy sensible a estos cambios.
¿Cómo es tu proceso de trabajo? ¿cómo se conforma tu equipo?
Mis proyectos empiezan con bocetos de ideas en papel que se conjugan con distinta información (lugar, personas, y recursos). Esto poco a poco, se transforma en maquetas físicas. Por decirlo de otra forma: los modelos se ponen a prueba con datos que voy encontrando, y así se van modificando. Son modelos de realidad que desembocan en un proyecto concreto.
Ahora mismo estoy reflexionando sobre las limitaciones del proyecto acabado, pues no concibe modificaciones futuras. Si la vida y los territorios se transforman: ¿Cómo responde la arquitectura a estos cambios?
Mi ejercicio creativo siempre está atravesado por la presencia de cercanos. Mi padre Luis y mi pareja Florencia, ambxs arquitectxs, están siempre presentes en el desarrollo de mis ideas. También colegas constructores como Daniel Corti han ayudado a materializar obras complejas (Casa Don Juan), así como los maestros albañiles José y Octavio Chillagana, pueden considerarse parte de mi equipo.
También en mi ejercicio creativo/profesional han estado involucradas personas de otras disciplinas, como es el caso de mi amigo Aquiles Jarrín, artista multidisciplinar con el que hemos realizado diferentes colaboraciones.
Recientemente, fuiste invitado a participar de la Bienal de Arquitectura Latinoamericana en Pamplona, que tenía a Ecuador como país invitado. ¿Por qué creen que es importante una bienal de estas características?
Esta bienal fue muy fértil porque permitió que arquitectxs de diferentes latitudes compartamos reflexiones, pero también preguntas e inseguridades. Fue lindo compartir desde las curiosidades profesionales, pero también desde los afectos. Por ejemplo, es muy evidente el cómo los latinoamericanos tenemos como referencia muy fuerte la geografía que habitamos. Cuestión que de todas maneras enfrentamos desde diferencias muy marcadas, que se evidencian en distintas narrativas, y por supuesto desde propuestas diversas. Por ejemplo, me gustó como los colegas de 3me, presentaron su propuesta Casa Agave a partir de la visualización de una hermosa maqueta de lugar acompañada de la voz de Juan Rulfo. Me sentí cercano a su discurso y a la vez interpelado desde la diferencia.
¿Cuál es tu visión de la arquitectura latinoamericana hacia el futuro?
La arquitectura latinoamericana es una arquitectura que está experimentando y explorando desde unas referencias próximas, como son la geografía, los materiales y los recursos que se tiene a la mano.
Veo con optimismo a los arquitectos latinoamericanxs más jóvenes, que están buscando desde el riesgo. Esto para mi radica sobre todo en el tomar cierta distancia de la herencia moderna, que sigue siendo muy fuerte en nuestro medio, no solo en lo profesional sino también en lo académico, donde los referentes que se estudian son sobre todo europeos.
Son búsquedas que nacen a partir de la proximidad afectiva y de un estar prolongado, no inmediato. Exploraciones que se desplazan y establecen fuentes de interacción inesperadas, transformando los lugares y participándole de nuevas cualidades a partir de la arquitectura.
Por último, ¿con qué nuevos proyectos te encuentras trabajando actualmente? ¿Qué te gustaría desarrollar aún más?
El último proyecto en el que estoy trabajando es una casa en la que también vivo y en la participo activamente de su transformación/construcción. Esta situación me permite reflexionar sobre las posibilidades de la arquitectura de responder a los cambios de la realidad, sean estos humanos (la familia crece) o no humanos (el territorio cambia, el terreno se seca, no hay agua, etc..).
Me gusta tomar como referencia la mudanza del capullo, donde las identidades se ponen en cuestión, ya que sus fronteras no son claras y donde el encuentro se expresa en el intersticio que es la zona de intercambio con lo diferente.
En esta concepción que me gustaría indagar en mis próximos proyectos, medio y hábitat se confunden, pues la cáscara es el medio que se abre al exterior, y que se transforma en el intercambio con el afuera. Se trata de un poder de acción, más que de adaptación, donde la materialidad y la forma posibilitan la negociación. Así, el hábitat no se restringe a un medio particular, o individual, sino que se abre a una zona donde se despliega el intercambio y donde la noción de identidad se problematiza, pues la creatividad acontece en los intersticios con el/lo otro.